… Después de haber estado tres semanas en Islandia, recibí algún mensaje privado en Instagram en el que me comentaban que mis fotos sobre dicho país eran “diferentes” a lo que estaban acostumbrados a ver por las redes sociales. Y si, esas personas tenían razón (os dejo la foto en concreto junto con el texto para que lo entendamos entre todos o, más bien, para que me explique):
¿Qué si hemos hecho la Ring Road? Sí y no. En principio sí, pero con muchos desvíos y matices.
¿Hemos visto lo turístico que todo el mundo ve? Sí y no. Nos hemos dejado muchísimas cosas "típicas" o que "hay que ver si o si".
Pero hemos saltado en muchas camas elásticas que hay en los pueblos, hemos estado en muchos parques, jugado con muchos niños islandeses. Hemos corrido por praderas sin destino fijo, nos hemos reído, hemos soplado las fumarolas... Porque Islandia no son solo las fotos que vemos en internet de auroras boreales y grandes cascadas, que sí, también las hay. Pero no es solo eso. Es mucho más.
Hasta aquí el texto que publiqué en Instagram. Debemos entender que viajar con niños es adaptarse a ellos, a sus tiempos, a sus horarios. Es inviable hacer lo que estábamos acostumbrados a hacer antes de ser padres.
Sucedió que hablamos con muchos niños dispuestos a jugar con el nuestro sin importar que el nuestro es “castaño” y todos ellos rubios albinos…
Sucedió que fuimos igual de niños nosotros saltando en esas camas elásticas gigantes que hay en los pueblos. Sucedió que nos reímos como hacía tiempo que no lo hacíamos.
Sucedió que descubrimos otros paisajes, otros lugares pero… ¡igualmente preciosos!
Sucedió que vimos fumarolas emitiendo vapor, volcanes escupiendo lava, aguas termales donde relajarnos, géiseres burbujeando, cascadas, playas de arena negra, glaciares…
Sucedió que ese viaje fue “nuestro viaje” (no el viaje de aquella persona que ha ido y queremos hacer lo mismo…), que nosotros fuimos quienes decidimos qué ver y qué hacer en cada momento.
Sucedió una de las frases que jamás olvidaremos. Le dije al pequeño que no habíamos visto ni la mitad de las cosas que nos hubiera gustado y su respuesta fue clara: “mami, lo más importante del viaje es que estamos los tres juntos”.
Así que… sucedió que tomamos la decisión correcta al acoplarnos a tiempo completo al pequeño. Porque pudimos ver cosas que “queríamos ver”, pero no nos importó para nada habernos perdido otras que teníamos en la lista, porque el resultado de un viaje no consiste en cuantas cosas has visto si no en la calidad de cada minutos del día.
A la vuelta del viaje, una vez estábamos tranquilos en casa viendo las fotos nos preguntamos ¿importaba tanto haber visto esa cascada? ¿ese río? ¿ese volcán? ¿esas masas de hielo? ¿ese…? La respuesta fue rotunda: no.
“La mitad de la belleza depende del paisaje, y la otra mitad de la persona que lo mira”
✍ Liu Yutang
Como dijo el pequeño “lo más importante es estar juntos” y si, hay veces que los niños nos dan una lección a los adultos. Una lección que no sabes que responder con palabras, pero que tu cara –mezcla de lágrimas y una sonrisa enorme-, hablan por sí sola.
En ese preciso momento, supimos que haremos muchísimas cosas mal, nos seguiremos equivocando y aprendiendo. Nadie nos enseña a ser padres. Pero supimos que algo estábamos haciendo bien. Que enseñarle el mundo es de las mejores cosas que podemos ofrecerle a parte de nuestro amor incondicional.
No hay que tener miedo a viajar con ellos, el miedo está bien tenerlo porque nos pone en alerta, a estar más atentos a situaciones que podemos considerar “peligrosas”. Pero no podemos vivir con miedo constante, con preguntas absurdas pero muy recurrentes de “la sociedad”; ¿y si os pasa algo?, ¿y si se pone malo?, ¿y si….? … si los padres consideran que ha llegado el momento de viajar con su hijo, es que es el momento.
Habrá días mejores, días peores, días de relax, días de ajetreo, días de tirarnos los trastos a la cabeza, días de risas desde el amanecer… y todos los días serán con ellos, todas esas aventuras serán con ellos, todas esas experiencias serán con ellos y nosotros como padres al estar a su lado no nos perderemos ningún momento de sus vidas (ya se harán mayores y querrán huir de nosotros… así que ¡tenemos que aprovechar ahora!).
Ahora toca viajar jugando. Dándolo color a cada lugar que visitemos como la foto que os mostré al principio del texto. “Sale humo del suelo, vamos a soplar a ver si se va”, con niños debemos tener una paciencia infinita y mucha imaginación (algo que yo estoy aprendiendo poco a poco ya que no tengo ninguna). Debemos ponernos en sus mentes. ¿A ti te gustaría ver un museo tras otro detrás de tus padres? ¿o una cascada tras otra? ¿o hacer cientos de kilómetros al día? Su mente es diferente a la nuestra, y debemos ponernos en su lugar para que viva una infancia feliz y plena. Buscar un punto de inflexión, poder ver cosas y a la vez darle a ellos lo que quieren cuando son pequeños (parques, saltar, correr, ensuciarse…).
Como comenté antes, hemos cometido muchos errores y vamos mejorándolos. Uno de ellos fue precisamente ese, el verano pasado -cuando el peque tenía 3 años-, hicimos en un mes 6.000 kilómetros por Europa en autocaravana. Fue un viaje de pasar mucho tiempo sentados y así no se disfruta igual. Ahora en cada ruta que hacemos pasamos mínimo dos días en el mismo lugar (a no ser que entre en lugar de origen y destino haya muy pocos kilómetros). Ellos disfrutan más y nosotros también.
Si queréis viajar con niños que nadie os diga cómo hacerlo, no hay una manera perfecta y, en cambio, sí hay muchos miedos y preguntas. Pero os aseguro que nosotros también lo teníamos y aún los tenemos. ¿Qué tal llevará el vuelo? ¿Se adaptará cada día a una cama? ¿Y la comida? ¿Le gustará?... y un sinfín de preguntas más.
Hemos llegado a la conclusión de que estando nosotros con él, tiene todo lo que necesita. No hay que cruzar el charco para decir que has viajado, basta con salir de tu zona básica. A 50 o 100 kilómetros de casa e ir viendo cómo se adaptan, que avanzo a todos los padres: ¡Se adaptan mejor que los adultos! ¡Alucinareis! Ellos no juzgan, ellos solo disfrutan.
Somos nosotros los que: “vaya habitación nos ha tocado”, “nos podían haber dado una cerca de la montaña/playa”, “el baño yo creo que no lo han limpiado”… un niño es todo lo contrario. Es algo nuevo, es otro lugar que no conoce y tiene que explorar –la habitación y el hotel entero, claro-. Su mirada es limpia, transparente, es un lujazo viajar con ellos y si te pones en su piel y te conviertes en adulto-niño disfrutarás a lo grande, sin vergüenzas, sin pudor... ¡Os lo garantizo!
Sé que todos somos diferentes, cada familia es diferente y con sus necesidades especiales, sé que no todos podemos cumplir los sueños que tenemos arraigados desde pequeños, pero si podemos al menos intentar cumplirlos en la medida de lo posible. ¿no creéis?.
Escucha mi entrevista del podcast de @maternidadviajera pinchando aquí. Puedes leer mis anteriores artículos «Sucedió en Islandia», sobre Introyección aplicada a familias, No todo es tan bonito, Guatemala el gran desconocido y Costa Rica, un país verde o juegos en la autocaravana para peques.
Me llamo Almudena y mis pasiones son la lectura, la meditación y viajar todo lo que pueda (aunque sé que será imposible por falta de tiempo y dinero…). Antes viajaba de mochilera con mi pareja y con mis amigas. Después fui madre y me uní al mundo de las autocaravanas -sin olvidar mi pasado-. Ahora viajamos de ambas maneras los tres juntos, dándole al niño lo que más nos gusta, viajes con experiencias, cultura y aventuras. Serán unos recuerdos para toda la vida. Puede que se olvide de alguna cosa –o de muchas-, pero aquí estaremos nosotros de viva voz, por fotos y vídeos para recordárselo. Como él mismo nos ha dicho en el último viaje “lo más importante del viaje es que estamos los tres juntos”. Así es. Nuestro objetivo es crear un adulto tolerante, con experiencias a sus espaldas desde pequeño, que sepa apreciar y valorar nuestro planeta. Síque nuestras aventuras en instagram y escucha la entrevista del podcast Maternidad Viajera.
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One Comment on “SUCEDIÓ EN ISLANDIA”
Genial artículo, me ha encantado leerlo y me ha emocionado. Como viajera, como madre y como amiga.
Saludos