He de confesar que a mi, mi Zona de Confort me atrapa, me bloquea. Incluso, me genera ansiedad. Pero, por alguna extraña razón, me empeño una y otra vez en romperla. Será que algo en mi subconsciente sabe todo lo que me pierdo!
En cuanto a los viajes, siempre viajo acompañada. No me refiero a mis hijos que, desde hace 10 años, me acompañan a cualquier sitio, sino a otros adultos. Viajo con mi pareja, viajo con mi madre, viajo con toda la familia… Pero nunca había viajado sola con los niños, como única persona adulta. Eso supone que nuestra temporada de viajes, por sus trabajos, empieza en marzo y acaba en septiembre. En otoño y en invierno la gente que me rodea está en temporada alta, en el trabajo, me refiero, y nadie puede viajar. Nadie? Yo sí! Pero tendría que viajar sola…
“¿Y qué?” Me dijo una buena amiga hace unas semanas. “Vete tú, ¡sola con los niños!” me volvió a repetir. ¡Casi me explota el cerebro! ¿Yo sola con los niños? ¿Y si pasa algo? ¿Quién me ayuda?
Pero, después de la explosión, me dije “¿Por qué no?”. Total, ¡en casa también estoy sola! Así que empezó la búsqueda. No me lo puse fácil: Si encuentro un vuelo barato, desde el aeropuerto más próximo, cuyas fechas no coincidan con los dias importantes (es Navidad), y encuentro alojamiento con Home Exchange (a dos semanas vista), nos vamos los tres solos! “Para todo eso se han de alinear los planetas”, dijo mi marido. ¡Y se alinearon! Y con la alineación, y los billetes de avión comprados, mi parte adicta a la Zona de Control empezó a trabajar: “Madre mía!”, “Y si no te acogen bién en la casa de intercambio?” “¿Y si alguien se pone malo?” “¿Y cómo llegarás del aeropuerto hasta allí?” “¡No te aclararás con el transporte público!” “¡Y tú, sola con dos niños!”
¡Pero aquí estamos ahora mismo! En Bruselas por Navidad, en la casa de Chantal, los tres: mi hijo, mi hija, y yo. Estamos ya en el ecuador del viaje, y todo va bién. Con el transporte público no tenemos ningún problema, como siempre. La casa está perfecta, y nos permite descansar del mismo modo en que descansamos en casa, con la libertad de movimiento que nunca te ofrece un hotel. Y los niños, sin explicarlo, han entendido perfectamente su papel: esta vez, somos tres para repartir responsabilidades. ¿Hay que recoger la cocina? Pues recogemos entre los tres. ¿Hay que escuchar atentamente para entender una explicación en otro idioma? Pues escuchamos los tres. Hay que vigilar para no separarnos, porque hay mucha gente? Pues vigilamos los tres. ¿Hay que observar para ver la parada en la que bajar del bus? Pues observamos los tres.
¡Y lo que estamos aprendiendo! Ahora somos un equipo, y hemos ganado algo importante: desde ya, ¡nuestra Zona de Confort es más grande!
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Maria Sorlí es maestra, experta Profesional en Pedagogía Activa y Vivencial, madre y viajera. En la actualidad compagina su trabajo en la escuela con el acompañamiento en un proyecto educativo autogestionado, la maternidad y la difusión de su manera de entender la educación, la crianza y los viajes en familia desde su blog, www.ungranprojecte.wordpress.com, y en sus cuentas de instagram un gran projecte y child on suitcase
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